Un montón de cristales rotos, encontrados por casualidad, con solo ordenarlos un poco, me hablan de la capacidad humana de crear y destruir, del caos y el orden que puede distinguir nuestra mente. Este puñado de cristales sobre la hierba son un desecho, no tienen ya el valor que su creación les procuró; pero, ahondando, reflexionando vagamente, se puede ver lo que somos: Un cristal roto que alguien ordenó al azar.
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